Recieza Portuaria
Acrílico sobre Lienzo
Información
Fecha 1999
Expuesto en Centro Cultural Caja Cantabria
Localización Santander, Cantabria
Como es sabido, en los pueblos de la costa se denomina "recieza" a esa hilera de objetos que cada mañana trazan una frontera provisional
entre el mar y la playa. ¿Es fortuito que Martínez Cano no oculte la seducción que ejercen sobre él esos restos a la deriva,
flagelados por un incesante oleaje hasta que lográn reposar azarosamente en la arena? Tal vez, emulando estas prácticas de una larga
tradición, también se entrega a buscar en los frentes de las últimas mareas, a "riberear" , si no los objetos inútiles pero
abiertos a unos usos imprevisibles, sí al menos la estela de los motivos por ellos dejada, el insospechado potencial creativo y plástico
que desprenden.
Contemplando estas figuras rodeadas, inundadas por las aguas, me permito fabular que traslucen una experiencia perceptiva y corporal de alguien que
las surca en la piragua afilada o se mece en una barca ociosa, entregándose a captar y plasmar las voluptuosidades misteriosas de la naturaleza en
sus formas y colores, en sus reflejos y sombras, en sus transparencias y refracciones. Pero el motivo de las aguas no atañe solamente a una recreación
exclusivamente pictórica, sino también a una simbólica. En este sentido, los fondos azarosos del agua no toman únicamente cuerpo como pintura, sino
que se deslizan hacia el simbolismo de nuestros estratos psíquicos más profundos.
La configuración pictórica de las olas oscila entre sus débitos a las impresiones sensoriales, la pureza pictórica o las formas ondulantes y barrocas,
que en su congelación y deriva ornamental invocan visiones simbolistas de la naturaleza. Tanto cristalizan por tanto en los hechizos más impresionistas
de los reflejos y otros accidentes ópticos o en la abstracción impresionista como se condensan en un lenguaje fluido y continuo que impulsa ritmos cada
vez más ornamentales y simbólicos. Sea como fuere, las invitaciones a vagar por el océano de las aguas nos incitan también a vagar por el de las ensoñaciones.
Simón Marchán Fiz, 1999.